26 sept 2008

Locutores del mundo, oíd (Diatriba)

Posted on 5:01 a. m. by Adrián Arraigada

¿Cómo separar lo que es la radio y la locución? ¿Cómo establecer un límite en medio de tanto sonido? No creo poder. Porque es uno y otro un mismo motivo de pasión, "mismamente" que el sonido, al decir de Fontanarrosa.
Y ya son tres los elementos: la radio, la locución y el sonido: sabiendo que todo esto está cruzado intersticialmente por los silecios podré resumir todo en "Aire": El AIRE.
Y El Aire tiene muchas cosas que no se pueden explicar: el segundo que antecede a la luz roja, el que la precede; el vacío poblado en la creación de un guión, el olor al estudio, la calidez de la consola, el mate integrados, el ejercicio mental... muchas cosas inexplicables.
Reposemos entonces en los tres elementos principales y busquemos amparo. Pero antes que El Aire hay placer. Hay, también, un sentido y una forma, un criterio, un pedazo de vida puesto exclusivamente a disposición del Aire.
Lo que siente el cuerpo en el momento de decir, es menor a lo que se siente en el alma. Pero toda pasión es inútil (en el amplio sentido de esta palabra), pero en esta conjunción de elementos creativos - donde se llega a algo "concreto" - la pasión, el ahínco, el asombro, la audacia - todo esto abstracto - cobran una importancia vital y su presencia es infinita.
Si el locutor es aquel uqe está preparado (entrenado) para decuir una publicidad frívola, mal redactada y persuasiva; si es quien hace un hermoso picado de cables noticiosos para la elaboración de un boletín informativo; si es quien presenta canciones que uno ha escuchado mil veces y lo hace sin caer en monotonía con alguna formula mágica, si el locutor es quien no canta y quien está foniatricamente preparado y conduce la oratoriedad con simplicidad y complacencia. Si el locutor es todo eso, rehuso a mi carné.
Sólo seré locutor en tanto no se olvide la retórica, no se vitupere al radioescucha, no se acoten las márgenes artísitcas de las emisiones. Será locutor con carné, entonces. Si se vive aquel silencio y se llora junto a la lágrima que cae lentamente sobre el micrófono. Seré locutor si toda la preparación-entrenamiento es utilizada para el acercamiento emotivo con los otros. Sólo así seré locutor.
Bajo - o sobre o en o dentro o junto a - ese criterio profesional no existirá instancia radiofónica digna de consierarse frívola. Y si algo apareciere, debiera hacerse de esas instancias otra, pero de creación sublime: otrear la frivoliad preestablecida.
Demodé, ga-ga, pasatista, estancado... no, sólo conciente de que la radio, el Aire, no es otra cosa que un abrazo en las declamaciones y que el Aire facilita en cada uno de sus sonidos el acercamiento y la promoción social.
Los climas que componene al Aire son múltiples. Los tiempos de la preparación personal son tan antiguos como uno, o más. Pese a quien le pese, me considero locutor sin carné. Y mi concepción, mi autoimagen es simple y clara: la radio es un oficio, porque lo que compone al locutor es aquel conjunto de experiencias, criterio, sentido y forma. El locutor se adecua a los tiempos históricos, investiga, crea sin que se lo pidan, es conciente del factor artístico que implica la radio... Si el sujeto trabaja en estos ejes, ha de considerarse locutor, pese a la ausencia de un cartón que lo indique.
Las instituciones que forman locutores no pueden hacer nada por el futuro profesional. El locutor es locutor desde antes de rendir el exámen de ingreso. En este orden, y sin minorizar, sólo sirven para dejar al alcance de la mano contenidos, conocimientos duros o experiencia de otros colegas o profesionales de otras áreas.
Tener un profesional de treinta y no sé cuántos años de experiencia formando parte del plantel docente no es lo importante. Sí, en cambio, que este profesional sea capaz de responder a los inquerimientos de los alumnos, porque -acordemos- a las instituciones las forman los docentes, pero mucho antes los alumnos que le dan vida con su hambre de saber.
El exámen de ingreso a la carrera es un filtro, y como filtro, filtra: a veces no funciona bien y deja afuera algunos talentos. Eso no es lo grave, sino lo inverso.
Los medios de comunicación de masa están minados de gente que confunde la frescura con el gélido viento del mal gusto. Preguntones laxos, vestidos con remeras informales y armados hasta los dientes de tendencias más que evidentes.
Son tiempos decadentes, claro que sí. Los medios de comunicación de masa son receptores de carencias: carencia de forma, modo, estilo, contenido y, ante todo, carencia de gusto. Las remeras holgadas, las camas solares, hermosas caras (hermosas, de veras), dientes y uñas esculpidas son, en este tiempo de la comunicación por los medios, los más sagaces periodistas.
Los medios de comunicación están minados. Cuidado, oyentes.
Entre la especulación, las técnicas de desinformación, el marketing que marea y los factores económicos y políticos que atraviesan el campo minado, hay un locutor. Pero no está solo, porque cree en el acto resignificativo y creador de cada emisión radiofónica: está con el otro, él es el Otro.
Aquel locutor que no perciba esto está perdido, o al menos está variando el precio de su oficio en la misma bolsa en que se varian los precios de las remeras holgadas y mentes inocuas.
El locutor ha de estar en conciencia del tiempo, espacio y modo intersticial de desarrollo del contexto en el que se desenvuelve.; esto es: debe trabajarse constantemente para la constitución de una realidad contextual real más que subjetiva, el locutor ha de conocer su medio y su rol en aquel medio.
No debe confundirse pasión y profesionalidad con dureza y rigidez. La noción de "momento preciso" es similar a lo que Marta Graham decía cuando le preguntaban por el centro del escenario: "El centro del escenario es ahí, donde estoy" Así de simple: parado, sentado, con sueño, hambre, eufórico, a oscuras, entre chancho, con sueño y en palacios... en todos lados, el locutor será locutor donde quiera que vaya (aunque no tenga carné).
Hacer de la locución una capa para cobijarnos, pero lo suficientemente permeable para habitar con ella todo lo habitable.
Hacer sentir frío, viento, truenos y relámpagos, chaparrones agresivos y olor a tierra húmeda sólo con una palabra: Tormenta.
Ser servidores servidos de la comunidad, de esos Otros que nos dejan Ser.
Entregar en cada segundo de Aire la historia que nos precede, los colores y sentimientos que nos han hecho. Brindar a efluvios emocionalidad, sentir y hacer sentir; saber que cada emisión es eterna e irrepetible.
Amar la profesión y olvidar el número de carné, colegas, olvidarlo. Decir mucho más que lo que se dice y no olvidar jamás la pasión por el Aire.
Si estas ideas se concretan, aparecerán otras. Y si nos creamos constantemente y hacemos de la radio un espacio propicio para el trabajo, la conmoción y el desarrollo intelectual; así y siempre habremos de llamarnos locutores, en cualquier circunstancia, incluso fuera del aire.
- Adrián Arraigada -
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