23 feb 2008

NARRATIVA "Acerca de la Escritura"

Posted on 7:49 a. m. by Adrián Arraigada

¡Dios!... No, en realidad va con minúscula, pero como enseñó Olinda en segundo grado de la educación primaria, al comienzo de la oración va con mayúscula.
Estoy escribiendo tres cosas a la vez: esta epístola, un ensayo y un texto narrativo. ¡Qué increible es lo que pasa cuando se escribe! Comencé con ese cuento que menciono. No aguanté la idea de menos es más: me pasé al ensayo. No aguanté tampoco, me pasé a la carta. Epero no tener que recurrir a nada más.
Qué hermosas son las dobles negaciones que nos permite el castellano: espero no tener que recurrir a nada más. En inglés será " espero no tener que hacer algo más".
He visto en estos días que el proceso de escritura implica ciertas nociones pre-sabidas, antes de sentarse a escribir. Pero que, curiosamente, se aprenden estando jugando. Permaneciendo dentro de la escritura es como se aprende a escribir. (Esta última oración parece un aforismo) Empacho creativo. Así se llamará mi libro.
Decía: Cuando uno escribe, las ansiedades no han de mezclarse en el texto, sino que debemos dejar que la gran multitud de sentires permanezca en el subtexto. No puedo dejar todo masticado en la boca del lector porque es un asco. Necesariamente tengo que condensar en la menor sutileza que me ofrece el lenguaje y operar con la lengua (aunque suene gracioso) para lograrlo.
Ayer o anteayer Marcela (la bibliotecaria de ETER) me leyó un fragmento de su libro en proceso. Un párrafo que le costó doce horas de trabajo. No lo recuerdo textualmente, pero es eso de decir en base a las imágenes sensoriales. El ensayo es conocimiento, la novela es la vida dice no sé qué autora. Creo que ambas cosas tienen un poco de las dos, tanto el ensayo como la novela. La vida misma está en cada palabra que se escribe. En cada conjunción de esos veinticuatro elementos del abecedario uno desnuda su alma y su mente.
Escribir tiene convenciones, claro. Sólo por preservar qué es arte. El arte es un contrato tácito de comunicantes. Yo escribo y escribo a alguien, presuponiendo que en algún momento lo leerá. Más, presupongo la existencia de ese alguien, pese a no estar ciento por ciento seguro de que así sea. Ejemplifico: ahora mismo, en este momento en que para vos es pasado, pero para mi es presente, ahora que estoy sentado en mi computadora escribiendo estas palabras, te imagino leyéndolas en otro tiempo y espacio, quizá con sol y en el patio de tu casa que hace un tiempo era también la mía, tomando mate, fresca - así me gusta imaginarte - y ni siquiera sé con exactitud si tales cosas sucederán.
Pero nos gusta el placer. Por eso uno se comunica, porque es sexo puro. Así, como en el sexo, en la escritura las convenciones están sólo para dar un marco a la creatividad. Cuando me he referido a las orgías he cuidado hacer referencia a la orgía de sentidos: las verduras, los alcoholes y las carnes se funden mezclando vida por todos lados. Unas se muerden, otros se beben, otros se morfan (perdón si suena impulsivo) sin estereotipos, sin premeditaciones, sin esperanza. Tener sexo y escribir es ir caminando a las derrotas diarias. Arte es desesperanzarse. Y la esperanza no sabe de estamentos.
A un tiempo veamos que el Arte es conjurar, seleccionar dentro de las libertades que nos brinda la consiencia. El arte es crear sin deliberaciones lo que inevitable y unicamente somos capaces de crear: aquello que nuestro inconsciente nos entrega en pequeñas dosis. Las creaciones como ya bien sabemos y sin ánimo de ser reiterativo, son resignificantes, nuevas. ¿Cómo creer entonces que el arte es caminar hacia la destrucción de las cosas? Bien, una cosa no niega a la otra.
El camino a la deseperanza tiene impertérrita la construcción de una nueva imagen. Un ser que cambia su tiempo y espacio, que opta por otro (acabo de borrar mi error: poroto) que comienza a considerar más oportuno. Yo decido matar algo para reubicarme en otro lugar y tiempo.
El camino a la construcción pasa por una etapa previa, que la antecede fundandola: la deconstrucción.
Vale ver que la decisión se produce sólo en la selección de las palabras. La decisión en sí no es consciente en el momento de elegir qué cosa desentrañar, sino de qué modo desentraño.
Hilemos finos, seguime. Cuando eligo una palabra, decido. La idea subyaciente al texto (más, al subtexto) o simplemente la razón psicológica de la escritura se evade de todo fundamento de decisión.Quiero retomar. Uno camina el derrotero al escribir. Uno crea al escribir. La escritura, al fin de cuentas, reúne dos partes del ser en perfecta armonía: pulsión de vida en antítesis a la pulsión de muerte, compensándose y necesitándose en el momento de cada letra. Escritura es equilibrio.
Deleuze decía que "literatura es salud". En ese sentido concuerdo con el francés. O con los franceses, porque Lacan decía lo mismo, casi. Escritura es paciencia, es ver y vivir cada palabra antes de escribirla. Es reiterar el Ser sin reiterar escritura. La técnica es herramienta. La narrativa es la esencia. La literatura es, entonces, una mezcla de técnica y narratividad. Un momento en que se dice lo que no se sabe que se está diciendo, pero mágicamente se elige el cómo decirlo.
Dentro del estamento, será arte. Fuera, seran no más que un conjunto de palabras. Pero siempre es válido el ejercicio por si mismo, en tanto veamos que la vida entera (y parte de lo desconocido) está en cada garabato que intenta perpetuarse sólo para que alguien lo descubra y le de un soplo de vida nueva.

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