2 ene 2009

Aquarius

Posted on 9:29 a. m. by Adrián Arraigada


Río Gualeguaychú. Entre Ríos.

Dicen que es el agua. Aunque yo no estoy muy seguro. Pero tal vez sea.
Hace un tiempo largo ya que no hay rastros del río Gualeguaychú más que en mi cara y en mis huesos, pero la costa siempre vuelve intacta a refrescarme con su barro. Nací del barro, me moldeé y moldearon desde la costa intacta y erosionada, con pilotes de cemento para parar el derrumbe. Pilotes con caras y brazos enormes, algunos juanes, otros pedros, tal vez marías o estébanes o como fuere que se llamen. Casi ni importa. Gente de cemento que se mantiene estoicamente, con porte de antiguas romanas, defendiendo lo que quieren y lo que hacen.
Yo no estoy muy seguro pero puede que en estos días se me caiga una lágrima por cada uno. No va a ser una de alegría. Probablemente sea de impotencia por no poder comerlos. La antropofagia es lo mío. Como gente, me la morfo y qué. Pensar en la despedida es pensar en Gilda: quisiera no decir adiós, pero debo marcharme. No es que el almanaque se cambia y listo, no es que se da vuelta un página, sino que se pone un punto final al encuadre del año. Uno a uno, la única posibilidad que tenemos es de 365 días. No más. Y después se acaba. Vivamos la muerte, por favor; rompamos la ilusión que nos mintieron hace tiempo, se acaba el año y se nos cierran, inevitablemente, todas las posibilidades. Comienzan otras, en el mejor de los casos, pero eso es tema del futuro.
Alguien tuvo que hacerlo. Ir, bajar despacito, calculadamente porque el golpe puede ser muy fuerte y casi fatal, ir saltando, emular a las libélulas (en Gualeguaychú les decíamos aguaciles) y llegar al barro de la costa. Empaparse los pies, sentir como entra por medio de los dedos y cómo se va secando. Esto si hay sol. Si lloviera: dejarse confundir entre el agua que cae y el agua que duerme. Dejarse ir en el vaivén del río como las totoras o los camalotes.
Anteayer se me incrustó una persona en mi alma. Se retorció y me habité en su inevitable sonrisa. Qué felicidad. Pasado mañana me abandonan diez. Qué hastío. Tengo un plan. Voy a comprar arcilla, unos cuantos kilos, y si bien la escultura no es lo mío me tranquilizo al pensar que la arcilla no es más que barro y que si armo algo que tenga manos y caras y nariz y ojos no es más que gente. Así seguiré jugando al inevitable juego de mi vida: transitar junto a todos en todo momento, incondicionalmente hasta el fin. Recorriéndome río y sabiendo que cada uno de ustedes es el cauce en el que mi alma se encuentra libre y enorme.


FUI AL RÍO.
Fui al río, y lo sentía
cerca de mí, enfrente de mí.
Las ramas tenían voces
que no llegaban hasta mí.
La corriente decía
cosas que no entendía.
Me angustiaba casi.
Quería comprenderlo,
sentir qué decía el cielo vago y pálido en él
con sus primeras sílabas alargadas,
pero no podía.
Regresaba
–¿Era yo el que regresaba?–
en la angustia vaga
de sentirme solo entre las cosas últimas y secretas.
De pronto sentí el río en mí,
corría en mí
con sus orillas trémulas de señas,
con sus hondos reflejos apenas estrellados.

Corría el río en mí con sus ramajes.
Era yo un río en el anochecer,
y suspiraban en mí los árboles,
y el sendero y las hierbas se apagaban en mí.
Me atravesaba un río, me atravesaba un río!

Juan L. Ortiz






Santuario de Gilda. Ceibas, Entre Ríos.






1 Response to "Aquarius"

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Carlos Dearmas Says....

De esa forma serás un nuevo Pigmalión. Que pena que hoy sepamos lo que es la magia, de esa manera la hemos destruido. Pero adentro estamos llenos de arcilla, la única que podemos moldear, y que debiera bastarnos: no nos alcanzarán los días para perseguir en ella la forma exacta de nuestro deseo, y cada recoveco o arista que le marquemos no le será indiferente al mundo que nos rodea.
Suficiente. ¿Te motiva la idea de escribir una historia para que yo la desarrolle en "El Reloj"?